Luis Jaime Burmeister
Mariposa IA
Aluminio, bronce y madera
Luis María Belgrano (h)
Variaciones sobre el mismo río Op.17
Litografía
Liliana Khoury
Tiempo de Paz
Acuarela sobre papel
Rafaela Cringoli
Huellas
Tinta
Carlos Bernasconi
El bar
Dibujo sobre bastidor de tela
Susana de la Cruz
Los pescadores
Xilografía
Eugenia Escape
Naturaleza en su esplendor
Acrílico
Hebe Bernasconi
Orquídeas 2
Óleo sobre tela
Miriam Lussneque
A orillas del río
Técnica mixta sobre bastidor
"Viejo río milenario, otra vez te vuelvo a ver. He tomado la forma de tu inmensidad que atraviesa mi ser." - Miriam Lussneque -
Silvana Cantoni Osa
Regalo de flores
Acuarela
"Unas flores te regalo, unas flores te dibujo, unas flores que te alegren y unas flores que te abracen. Unas flores que perfumen cada día de tu vida, unas flores que iluminen tu camino. Unas flores que sonrían y que calmen tu agonía. Unas flores que estén siempre a lo largo de tu vida." - Silvana Cantoni Osa -
Alicia Judid Benítez
Una obrera abeja melífera, sin sueldo
Fotografía
Susana Acevedo
Om mani padme hum (sánscrito)
Grabado aguafuerte
Mónica Alfaro
La vida continúa
Rodaja de madera y metal
Daniel Giurlani (h)
Balance
Fundición de aluminio y chapa de acero
"La creatividad es la inteligencia divirtiéndose." Albert Einstein - frase seleccionada por Daniel Giurlani (h) -
Gabriel Suárez
Atrévete!
Chapa batida soldada
Bautista Belgrano
Ciudad Pandémica
Acrílico sobre papel
"Las ciudades vacías en la pandemia acentuaban la soledad de la humanidad" - Bautista Belgrano -
Estela Oriana
Infancia en sepia
Obra objeto lúdico
Gallinero
Acrílico
Omar Barea
Pequeño Aimará
Pintura aguada en acrílico
Olga Orlando
En las aguas negras se mueren las flores por la contaminación
Técnica mixta
"El hombre cree dominar a la Natura por su condición de nutrirse al consumo excesivo en lo material a través de un sistema anti ecológico... entonces la NATURALEZA... provoca su CONDICION del vivir a través de su propia identidad, de su propia garganta que grita... y expulsa... terremotos, inundaciones, causando diferentes estragos de ecosistemas acuáticos... los barcos petroleros... que derraman sus productos químicos y otros elementos venenosos... entonces el "agua Negra... se convierte en la negra muerte de las flores..." " - Olga Orlando, texto, obra, curaduría -
Irene De Fusco
Contemplando un atardecer
Óleo
Edith E. Terrusi
Otoño 2022
Óleo
Alicia Gorospe
Esperanza
Acrílico
Bárbara Kelly
Marilyn
Acrílico
Marta Lanús
Rostro
Óleo sobre tela
Gabriela Laura García
Atardecer en la playa
Fotografía
"El atardecer en la playa es un regalo para los sentidos." - Gabriela Laura García -
Romina Barea
Tucán
Acrílico
Valeria Saporiti
Y dónde está el tesoro
Fotografía
Marcela Gualdoni
Frida
Acrílico
Juana Moyano (13 años)
Feliz Pascuas
Digital
Juan Pablo Moyano (8 años)
Montañas cordobesas
Lápiz grafito
Silvia A. Giurlani y Gabriela Giurlani
Inspiración Natural y Paz
con Lirio de la Paz y Vals de las Flores del Cascanueces de Piotr Tchaikovski (fragmento)
Videoarte
"En el mundo hay una nueva fuerza colectiva que moviliza a las personas por la paz. Es necesario que se vincule ese movimiento con la protección al medio ambiente..." Wangari Maathai Premio Nobel de la Paz - frase seleccionada por Silvia A. Giurlani y Gabriela Giurlani -
Irene de Fusco (piano) y Daniela Ciaccheri (video)
Chopin y el paisaje
Videoarte con música de Frederic Chopin
"El arte es, sobre todo, un estado del alma." Marc Chagall - frase seleccionada por Irene De Fusco -
Paula Crespo
Chi kung, disciplina oriental para la salud
Videoarte
https://www.instagram.com/reel/Cr56T0rgGs2/
"Entre el cielo y la tierra, Espíritu y Cuerpo se funden en un abrazo." - Paula Crespo -
Chi Kung es una disciplina oriental energética que trabaja la salud físico-espiritual, para todas las edades. Basada en los mismos principios que la acupuntura, utiliza los meridianos energéticos, y técnicas de automasaje. Mediante la práctica diaria y prolongada de movimientos lentos, acompañados de una correcta respiración, meditación y concentración profundas, mejora la salud, tonifica los músculos, retrasa el envejecimiento, propicia la longevidad, sana algunas enfermedades (hipertensión, palpitaciones, miopía, etc.) y derrolla un estado físico y espiritual ideal. Despierta la capacidad de curar con las manos, el desarrollo de posibilidades extrasensoriales, y la madurez interior de la persona.
María A. Giurlani
Sonata para piano Nº 5 de W.A.Mozart (fragmento)
Videoarte
Norma Abbiatici
Presentación de su libro "Narcotráfico" (CMG Editores)
Sábado 12/04/2025 a las18 hs. Salón del Honorable Concejo Deliberante de San Isidro (25 de Mayo 459 San Isidro)
Ana Bisignani
“El desequilibrio del Pie de la Tierra”
Fragmento de su novela La Saga de Ghúlmen
Los pehuenches, uno de los pueblos originarios más importantes de la zona, olían el aire con inquietud porque tenían la certeza de que los acechaba un enigma. El agua del lago temblaba, el azul claro se había tornado oscuro. Con el Incendio Fatuo el sigilo fue aun mayor. Ya no les cabía duda alguna, la fragancia del viento hacía presumir que el bosque se quemaba, sin embargo, algo les anunciaba que no era en la forma habitual, la que ellos tan bien conocían. Por otra parte, Nelliú, el Anciano Sabio de ese pueblo, atento a las vicisitudes de su gente, recostado sobre la tierra, acariciaba y oía la piel terrosa para que le concediera el secreto. El suelo respondió a la jerarquía de su ruego y tradujo el ruido del escape de los animales, en la explicación de tales rarezas. Otra vez el Fuego Fatuo se estaba adueñando del bosque, llamando la atención de los lugareños, asustando a muchos, sobre todo, a quienes nunca lo habían vivido, como los más jóvenes que no reconocían que aquel incendio que no quemaba era un reclamo por la furia que había causado, otra vez, como cincuenta años atrás, la profanación de una de las Piedras Inteligentes que equilibraban la armonía de los elementos de esas regiones vírgenes del Continente Sur Americano.
Entonces, el anciano, conocedor de la cólera que les genera a esas Piedras el ser arrancadas de su lugar perpetuo, supuso que alguien habría apartado a alguna de los cuatro, profanando así el mandato de la Era de las Piedras Inteligentes.
Úrsula Buzio
“La lluvia”
Cuento
Mi tía me regaló un bonito paraguas que tiene muchos colores. Hace rato que tengo ganas de usarlo.
Aprovechando que mamá no está en casa y como al parecer en cualquier momento se larga a llover, me preparo para ir a lo de mi amiga Martina que vive a unas cinco cuadras.
Habría recorrido la mitad del camino, cuando se larga un chaparrón.
La lluvia resbala sobre mi paraguas como si fuera por un tobogán.
Me moja el pantalón, las medias, las zapatillas.
Me enojo y zapateo sobre el agua que no deja de caer.
Creo que esto enoja a la lluvia que cae cada vez con más fuerza.
El viento acude en su ayuda y da vuelta mi paraguas. Entonces la lluvia me moja entera.
No sé qué hacer si volver a casa o seguir hasta lo de Martina. No hago ninguna de las dos cosas, me quedo paralizada y me pongo a llorar.
Cuando Elena, la madre de Valentina recibe estas imágenes, llamó a su vecina para que fuera hasta su casa.
Valentina seguía jugando sobre la alfombra de su dormitorio en compañía de su perrito.
Patricia Macellaro
“Seis Haykus libres”
Haikus
La niña herida
Juega sin memoria
Con alma rota
El perro viejo
Del vecino ausente
Aúlla a morir
La nieve cae
Y susurra al viento
Sus notas frías
Tu alma grita
Y espera paciente
Un soplo vital
La tierra amada
De soldados caídos
Llora por ellos
El árbol verde
No quiere el otoño
Prefiere la luz
Renée Escape
“Susurro del aire”
Poema
Eres la voz, que cruza los espacios,
eres el susurro, que llena el aire.
Aunque no pueda, pero muy despacio,
trataré de captar, tu donaire.
Fantasmas que se dibujan,
en mi mente imaginativa,
nacen almas, que estrujan,
reflejos, en ventanas de perspectiva.
Abro los postigos, y siento tu hálito,
surcar los abismos, de la inmensidad.
De sabida mi vida, hubiera tomado el hábito,
en soledad, doradas cadenas a la Deidad.
No puedo verte, pero te siento.
No puedo verte, mas los almizcles,
de flores, perfumados alientos,
llenan mi interior, y… pensamiento.
Ay, naturaleza en lo vivo,
como viento fresco, e intangible,
eres susurro creativo,
aunque sin verte, en mí… eres posible.
María Isabel Álvarez.
“Acá, siempre una más” (Las Peladitas)
Prosa
Volví a ese lugar.
El lugar donde “curan”.
Hace menos de un año, estaba sentada e inyectada.
Por las venas entraban un montón de colores que matan el cáncer y también el alma.
Hoy volví.
Saludé y me saludaron cariñosamente. El afecto, en estos lugares, casi siempre aparece.
Volví y las volví a ver: mujeres.
Mujeres que van perdiendo su cabello. Otras, que les va creciendo…
Pelo: esa marca de la feminidad que esta puta enfermedad te quita.
Nos dicen que vuelve a crecer, que un pañuelo va con nuestro look, que blablabla. Pero esos mechones que caen, duelen.
Las vi como me veía a mí: el brazo extendido, esperando la aguja, entregadas a lo que sea.
Un gineceo de dolor.
Hoy escribo con mis rulos crecidos, sintiendo el viento que los mueve, la caricia de unas manos que los lavan, esa planchita que los alisa. Lo cotidiano puede volverse extraordinario.
Siempre hay una más. A esa más, la abrazo y le aprieto la mano cuando esa aguja duela.
Renée Escape
“Empatía Natural”
Fragmento de una novela de su autoría
“Tratemos bien a la tierra en la que vivimos: no nos fue dada por
nuestros padres, sino prestada por nuestros hijos”.
Proverbio Masai – África
Las clases habían comenzado y yo me encontraba muy alegre de iniciar mi segundo grado.
Otra vez nos encontramos con la maestra del año anterior, la señorita Herminia, quien nos comprendía mucho y era muy cariñosa con nosotras las alumnas.
Con mi miopía muy elevada, debía levantarme del banco para copiar lo escrito en el pizarrón, una y otra vez, y ella, lo aceptaba… se había acostumbrado viéndome deambular de modo continuo, desde mi banco pequeño, en la inmensidad de esa nueva aula, hasta la lejana pizarra… todas las mañanas…
Esa jornada, si bien tenía al día muy lluvioso, nublado y demasiado fresco, el interior del salón se encontraba tibio, bien vistoso y sonoro. Es que la señorita nos había pedido días atrás, lleváramos macetitas con diferentes plantas para responsabilizarnos de ellas y colorear nuestras jornadas tan ocupadas.
La maestra Herminia, tenía la intención de hacernos amar la naturaleza, que supiéramos nombres y cuidados de las plantas que había en casa y en los alrededores, que amáramos y supiéramos proteger también a los animalitos. Nos enseñaba que ellos significaban vida, como las nuestras, que debíamos cuidarlos, quererlos, pensar en todo lo que pudiera evitar el dañarlos….
Mamá me había preparado una pequeña maceta pintada de blanco con mi nombre destacado en negro en letras imprenta. Le había colocado tierra fértil extraída del fondo de casa y puso en su interior una plantita pequeña, repleta de brotes con una flor grande y roja de malvón.
Una compañera fue aún más lejos… ofreció obsequiar un precioso y amarillo canario cantor. La señorita Herminia aceptó y llevó al aula una lindísima jaula, con soporte de pie, cuyas patas dispuestas en ondas, triangulaban ocupando un vasto espacio en el rincón áulico detrás del escritorio entre la pizarra y la pared lisa.
Los pisos del aula, eran de baldosas negras y blancas ordenadas en damero grande. Esto hacía confundir los límites de las patas de hierro blanco de la jaula, sobre el suelo, al menos a mis ojos tan miopes.
Ahora, los vericuetos que tenía que sortear para visualizar las letras plasmadas en la pizarra, se habían tornado ya más complejos: trasladarme hasta detrás de la maestra, y en ocasiones, de una alumna si ésta se encontrare a su lado preguntando sobre las tareas, era toda una proeza para mí. Debía mirar el pizarrón bien de cerca, para poder leer lo escrito, memorizar las frases allí implícitas, posteriormente retener lo posible en mi mente, para plasmar lo recordado en mi cuaderno, una vez lograse llegar a mi asiento.
En tantas vueltas e idas tropecé con una de las patas más expuestas del largo vástago de la jaula de pie, donde un bello canario amarillo, de piquito naranja, y cola larga de plumas pardas, trinaba sin remilgos a viva estridencia, confundiendo su sonar, con el murmullo de las niñas ataviadas de blanco…
Logré sentarme y plasmar con ferviente ahínco, todo lo retenido en el texto de la pizarra, cuya tarea, pretendía ultimar por fin.
El movimiento acompasado del trastabillar de un lado al otro, con oscilante zarandeo, de la soberbia jaula blanca tuvo en actitud expectante y azorada a toda el aula., El equilibrio no se pudo dar y por fin el pie de soporte cedió y la jaula se desprendió impactando en el suelo. Las puertitas se abrieron y el ave asustada, volaba libremente por la espaciosa estancia, cuyas puertas cerradas, recibían el impacto del animalito alado, buscando su libertad luminosa detrás de los cristales.
“¡Fue ella! ¡Fue García! ¡Señorita! ¡Fue García!”
El alboroto me pareció gigante; la timidez me invadía; sentía mi pecho asfixiarse mientras golpeteaba en él, mi corazón inquieto. Mi rostro ardido, percibía las lágrimas aún más calientes rodar por las mejillas, mientras los cristales de mis gruesos anteojos, se empañaban y mancharon, hasta perder la visión al fin. De pie, al lado de mi banco, donde yacía mi tarea inconclusa, tuve que soportar con valentía mi culpabilidad evidente, pese a que me negaba abiertamente, pues yo sentía que el miedo de tamaña situación provocada, era más grande que la sinceridad que debía demostrar. Mentir era necesario para salvar mi honor sufriente y ninguneado por mi grave error de no poder ver a la pizarra. La vergüenza a ser puesta en evidencia, tanto por la caída del pajarillo, como por mi baja visión, hizo confundir mi mente que negaba lo innegable.
Con la ayuda de una celadora, lograron capturar al canarito alborotado, que de asustado no cantó más el resto de la mañana. Quedó bien aclarado que la idea de poner un ave en el aula, significaba un elemento distractor demasiado obstaculizador. El ave volvió con su dueña y la jaula regresó ese mediodía con la maestra. Los días pasaron, mientras yo miraba jugar a diferentes rondas a mis compañeritas, ya que no deseaban invitarme a participar. De tanto en tanto, mientras apoyaba mi espalda acongojada contra la pared húmeda de la galería, veía acercarse a distintas niñas de mi grado o de otros más avanzados, acusando y preguntando, por la niña culpable, quien había sido capaz de voltear… a un pobre e indefenso canarito.
Con ahínco, cuidaba de mi plantita. Le removía la tierra como hacía mamá, y le agregaba agua en los recreos… pero ella, no parecía agradecerme el gesto, sino que más bien, había absorbido mi tristeza… si cada mañana yo tenía ganas de llorar, una hojita o alguna flor, caían mustias al suelo…
Días después, apretaba contra mi pecho, a la macetita ensuciando el blanco almidonado de mi tableado delantal, mientras avanzaba en la fila, hacia la puerta de salida. Mis siete años, caminaban con leve dificultad las muchas cuadras rumbo a casa.
Mis ojos se enfocaban tristemente, sobre el hueco tallo, quien de mí se despedía … ya agonizante y casi seco, de lo que había sido mi malvón rojo alguna vez, ahora… en su pleno perecer.
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