UNA NUEVA MIRADA SOBRE EL MUNDO INDÍGENA . ¿PORQUÉ AHORA?
Por María Esther Nostro
En estas épocas de calentamiento global y peligro de extinción hasta de la misma
humanidad por obra del hombre, vale recordar las palabras de Joseph Epes Brown en
su libro El legado espiritual del indio americano: “Si … somos capaces de comprender
las verdades que el indio encuentra en sus relaciones con la naturaleza y los profundos
valores reflejados en sus muchos ritos y símbolos, entonces nosotros podremos
enriquecernos, nuestra comprensión adquirirá profundidad y podremos dar al indio
americano el lugar que le corresponde entre las grandes tradiciones de la humanidad”
Tantas veces perseguida, banalizada y/o demonizada, la espiritualidad de los pueblos
amerindios son una elocuente demostración de los esfuerzos humanos en busca del
sentido trascendente de la existencia.
Dice Alce Negro, hombre de conocimiento sioux, que “(…) la paz(…) entra en las almas
de los hombres cuando ellos se dan cuenta de la relación y su unidad con el universo y
todos sus poderes, y cuando se dan cuenta que en el centro del Universo mora Wakan
Tanka –el Gran Espíritu- y que este centro está realmente en todas partes, está dentro
de cada uno de nosotros”
Las razones del olvido
A la llegada de los españoles en 1492, el continente americano contaba con una
población de, según las estimaciones moderadas, entre 40 y 60 millones de
habitantes. Esta población venía produciendo desde largo tiempo atrás varias
civilizaciones o altas culturas con importantes centros urbanos que causaron la
admiración de los recién llegados europeos.
Baste recordar los informes de Hernán Cortés al emperador Carlos V equiparando
cada ciudad transitada en su camino a Tenochtitlan con alguna gran urbe de la
península ibérica o su asombro ante la capital de los aztecas. Lo mismo que
manifiestan los cronistas que acompañaron a Francisco Pizarro frente a la imponencia
y riqueza del imperio incaico. Todos ellos ignorantes, claro, de las grandes culturas
previas a su llegada, como , y solo a título de ejemplo, el esplendor y desarrollo de
los olmecas y mayas en el actual México o los de mochicas, caralinos ( cuya
monumental capital, la ciudad de Caral se desarrolló entre el 2.500 y 1.800 a.C ) y
tiahuanacotas en territorios de Sudamérica.
Pero la misión, además de la obtención de riquezas, era la continuación
de la cruzada religiosa contra el infiel que Castilla acababa de concretar con la
expulsión de moros y judíos de la Península y la persecución de herejes por medio de
la Inquisición.
No es de extrañar entonces, que toda creencia o práctica de los indígenas que no
pudiera de alguna manera asimilarse a la doctrina cristiana, fuera calificada de
diabólica y hereje. De allí los esfuerzos, muchas veces brutales, por erradicar en primer
término los ritos y templos aborígenes y luego borrar de la memoria colectiva los
contenidos de esa espiritualidad ancestral.
Al cabo de algo más de 500 años, sin embargo, nuestra mirada, ya desprovista de
prejuicios, se vuelve sobre el mundo indígena para valorar esa cosmovisión
prehispánica, heredada, a pesar de todo, por sus descendientes de todo el continente
y que llevó a más de un estudioso a la convicción de que la espiritualidad de los
pueblos indoamericanos es una cabal demostración del esfuerzo del alma humana por
elevarse sobre la materia y aspirar a una consciencia superior.
De la Pachamama a Wakan Tanka
Para Joseph Epes Brown, investigador a través del cual el anciano sioux Alce Negro dio
a conocer las creencias y rituales de su pueblo, la carencia de escritura más que una
desvalorización de la espiritualidad indígena es casi una redundancia en su carácter no
discursivo donde “las ideas y valores, reflejados en un mundo de formas y símbolos,
son espontánea e íntegramente vividos”
En más de una oportunidad, ante la pregunta sobre qué es la Pachamama , hemos
recibido la siguiente respuesta : “La Pacha es todo”. Cuatro palabras con la que se
expresa la noción de totalidad y absoluto, lo que no significa la exclusión de la noción
particular de Madre Tierra, proveedora de alimentos a la vez que receptora de
nuestros despojos mortales.
Se trata, en este caso, de una noción más amplia, que explica la pareja identidad de
todos los seres de la creación en tanto seres vivientes. La Pacha así concebida es ese
principio que hace posible el Ser en el universo. Es la vida misma, donde el hombre es
uno más en la naturaleza. No está para dominarla sino para ser parte de ella junto a la
“nación piedra” y el “abuelo fuego”.
En el otro extremo del continente, el indígena norteamericano se expresa de manera
similar: en 1854 , el jefe Seattle, en cuya memoria se bautizó la capital del estado de
Washington, respondió negativamente a la oferta de compra de sus tierras por parte
del gobierno federal alegando que “la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos
a ella. ¿Cómo se puede vender algo que no es nuestra propiedad?”
Al mismo tiempo, debido a las numerosas migraciones en territorio norteamericano y
los contactos culturales entre pueblos a lo largo del tiempo, la idea de un Ser Supremo,
Gran Espíritu o Wakan Tanka, quien a la vez que da el ser, habita en todos los seres del
universo, nos remite a la misma noción de sacralidad de todo lo creado.
El hombre no es plenamente tal, afirman los sioux, hasta que no comprenda este
misterio.
MARÍA ESTHER NOSTRO
Lic. en Ciencias Antroñogicas UBA
Psgrado en Antropología Social INAPLL-FULLBRIGHT
Posgrado en Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo Sustentable
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